Bruno Perera junio 18, 2018

Cuando los subsaharianos, en su ruta hacia Europa, llegaban a la región de Agadez, en Níger, auténtico centro neurálgico de la migración ilegal, debían optar entre dos caminos. Podían dirigirse a Libia –lo que hacía la mayoría porque el viaje al continente propiciado por las mafias parecía más fácil– o hacia Marruecos y las fronteras de Ceuta y Melilla, con sus correspondientes vallados. Ésta última ruta era escogida por una minoría por las dificultades que entrañaban los saltos de dichas protecciones.

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